2.- «A su imagen y semejanza»

         De todas las criaturas creadas por Dios, solo a los hombres nos hizo a su imagen y semejanza. Es decir, dotados de inteligencias capaces de distinguir la realidad de lo imaginario, capaces de razonar y distinguir lo que es verdadero de lo que es falso y capaces de orientar, con nuestras voluntades libres, nuestras vidas por el camino de la felicidad y no por el de la desgracia. Ahora cuando tanto tratan de igualarnos con los animales, admitiendo, como máximo, que sólo somos animales algo más cerebrizados, es muy conveniente reírnos con  Sócrates, Platón,  Aristóteles y otro montón de sabios posteriores, de esa tosca falsedad.

Una razón capaz de comprender la realidad, la verdad, y una voluntad libre para poder elegir el camino de la sabiduría, es un tesoro inigualable que nos pone muy por encima del resto de los seres vivos, esclavos del programa que la naturaleza les dotó a cada uno de su especie.

De la razón salió el lenguaje, la capacidad de entenderse entre nosotros verbalmente y ms adelante el lenguaje escrito y con ello la cultura.

Ante tanta confusión e ignorancia va siendo urgente que la masa vaya recibiendo como uno de los saberes más importantes los conceptos fundamentales de antropología filosófica. Algo de eso irá saliendo en estos escritos con ocasión de temas más concretos donde habrá que ir separando el buen trigo de la paja.

Existe otra cualidad propia y exclusiva de los seres humanos: captar la belleza de las cosas. Hay plantas y animales especialmente bellos pero ellos no lo saben. Nosotros, sí, podemos disfrutar en la contemplación de esas bellezas. Pero una muestra de la decadencia y corrupción de nuestro mundo actual es como se ha perdido ese sentido. Se cultiva en lo que fueron las Bellas Artes, el feísmo, lo repugnante, lo sucio y lo diabólico como modernas expresiones de belleza y la masa lo admite porque admite cualquier cosa que la publicidad le presente como buena.

Es necesario que toda persona que no esté masificada trabaje, de algún modo, en  educar a los jóvenes en la auténtica belleza, en hacer que vean como conocer y practicar el bien mejora la inteligencia, la alegría y las ganas de vivir.

Somos animales racionales y sociales, dijo Aristóteles; somos cuerpos espiritualizados o, mejor dicho, espíritus corporizados. Ya el sabio estagirita descubrió que tenemos alma y escribió todo un libro sobre ella.

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