De la culltura de la vida.-3

EL COMIENZO DE LA VIDA HUMANA

images (1) Si no se ama y se defiende la vida humana desde  su comienzo hasta su fin natural, carece de lógica, de ética y de sentido común cualquier otra defensa de la vida, de la ecología, de los derechos humanos, de la democracia y de la salud social. Una presunta cultura basada en un falso derecho al aborto sólo se puede sostener por la fuerza política, económica, mediática o las tres juntas, pero basada en falsedades. La Cultura de la Muerte es un coloso gigantesco pero con los pies de barro. Su “barro” es la mentira científica,  la corrupción moral  y la desgracia humana.

         ¿Qué es el aborto provocado? Una acción en la que se mata a un ser humano máximamente inocente, máximamente indefenso. ¿Quiénes decretan directamente su muerte? Los dos que mayormente debían defenderla: a) su madre, dotada por la naturaleza para ser su protección, su alimento y su desarrollo; b) un médico, cuya dignidad y deber profesional se fundan en procurar la salud y la vida.

            También en este aspecto esencial de la cultura, destaca el cristianismo. Desde su comienzo fue un decidido defensor de la vida humana intrauterina. Juan Pablo II recuerda: “Desde que entró en contacto con el mundo greco-romano, en el que estaba difundida la práctica del aborto y del infanticidio, la primera comunidad cristiana se opuso radicalmente, con su doctrina y praxis, a las costumbres difundidas en aquella sociedad” (“Evangelium Vitae”.61).En la Didaché (documento que incluso puede ser anterior a los últimos textos del Nuevo Testamento) se escribe: “No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido” (Did. 2, 2).  La Epístola a Diogneto, texto alrededor del año 150, le explica a un tal Diogneto cómo son los cristianos diciendo: “Los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres.”(…)” Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia” (Ep.Diog. 5,5). Tertuliano, uno de los grandes escritores cristianos (siglo I-II) escribe en su Apologético el contraste entre la decadente cultura pagana y la creciente cultura cristiana:“Los que los arrojan al Tíber; los que los exponen para que el hambre, los fríos y los perros se los coman ó los maten; los que procuran los abortos, no negarán que los matan”(…) “A nosotros no nos es lícito no solamente matar hombres ó niños, pero ni desatar aquellas sangres que en el embrión se condensan. La ley que una vez nos prohíbe el homicidio, nos manda no descomponer en el vientre de la madre las primeras líneas con que la sangre dibuja la organización del hombre, que es anticipado homicidio impedir el nacimiento. No se diferencia matar al que ya nació y desbaratar al que se apareja para nacer, que también es hombre el que lo comienza á ser como fruto de aquella semilla (Apologeticum, 9). No sabían biología pero estuvieron de acuerdo con lo que la ciencia ahora ha demostrado experimentalmente. Clara refutación a los que proclaman que la religión y la ciencia son opuestas.

Desde siglos atrás en la cultura europea se consideró que el ser humano lo era desde el momento de “la concepción”, entendiendo como tal la unión de un óvulo con un espermatozoide. Hoy sabemos científicamente los pasos y cambios que ocurren en el transcurso de esa “concepción”, desde que penetra un espermatozoide en un óvulo hasta que se fusionan los cromosomas maternos con los paternos. Así podemos precisar que, científicamente, hay un nuevo ser humano, distinto de su madre y de su padre, cuando se ha producido el zigoto.  Es decir, cuando como resultado de esa mezcla y fusión  de la carga genética de sus progenitores se tiene un ser vivo unicelular, totipotencial, dotado de 46 cromosomas, dotación genética propia y exclusiva de los seres humanos. Ningún animal tiene 46 cromosomas.

         Esta es la dura realidad que deja al descubierto que todos los actuales “anticonceptivos” hormonales, incluyendo la “píldora del día después”, y los DIUs (dispositivos intrauterinos) no son anticonceptivos, no evitan la ovulación,  son abortivos de los primeros días de vida del embrión humano. Y ello porque, si hubo fecundación, no impiden la formación del zigoto sino que alteran el interior de la cavidad uterina, el endometrio, haciendo, que éste sea incapaz para acoger al embrión, que ya está en etapa de blastocisto. No se produce la anidación de ese pequeño embrión humano en la matriz materna, impidiendo la continuidad de su desarrollo. Esos abortivos no matan al pequeño ser humano, lo expulsan y lo dejan morir sin que la madre se entere de que estuvo embarazada. Crimen perfecto.*

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