De la Cultura de la Vida

1.-La vida, esa verdad maravillosa.

 camino_bosque BLOGGAparentemente vivimos tiempos de paz. Ya que no padecemos una guerra en el sentido vulgar de guerra: enfrentamiento armado, militar, entre dos bandos. Pero la realidad es que estamos inmersos en una guerra global de otro tipo: una guerra entre dos modos de plantearse lo que son los seres humanos. Por una parte se insiste en la igualdad y dignidad esenciales de todos los humanos, en la defensa, protección y desarrollo de toda vida humana. En el bando contrario se vuelve a algo peor que la esclavitud ya que, consideran que hay vidas humanas sin valor, despreciables o utilizables como animales o cosas y tras un aparente progreso y ganancia en libertades, en realidad esos están contribuyendo a la corrupción de la sociedad, manipulando y embruteciendo las mentes, masificando a los individuos e ir dejando un rastro de inmensos genocidios silenciosos.

         Es la guerra entre la Cultura de la Vida y la Cultura de la Muerte. Lucha desigual. Aparentemente, hasta ahora, va ganando la Cultura de la Muerte. Sus medios políticos, económicos y mediáticos son enormes.onu_nwo. CULTURA DE LA MUERTE.

La Cultura de la Vida en cambio es mantenida por algunas organizaciones, muchas veces muy modestas en sus medios de difusión, y por algunos “franco-tiradores” aislados –entre los que me cuento- con las únicas armas de la razón, de verdades -incluyendo las estadísticas- que se van haciendo cada vez más evidentes. Sostener que toda vida humana es valiosa y debe por ello ser respetada y cuidada, también cuando es débil e indefensa (un embrión, un enfermo, un anciano, etc.) está en la base profunda de una cultura que verdaderamente sea democrática; sobre esas raíces se asienta y ha crecido toda la cultura cristiano-occidental (a la cual pertenezco) y cuando ésta ha comenzado a ser atacada en esos fundamentos, los resultados nocivos están a la vista: la infelicidad ha cundido como una verdadera plaga. Signos claros de esa infelicidad, de ese fracaso vital de tantas personas, son el aumento de la drogadicción, del alcoholismo, del consumo de ansiolíticos y antidepresivos, de la criminalidad hasta lo bestial, de las enfermedades mentales y de los suicidios en gente cada vez más joven. Es un camino de muerte espiritual, de muerte en humanidad y en ocasiones crecientes, de  muerte física.

El arma poderosa de la Cultura de la Vida son las verdades. Su victoria no consiste en vencer, sino en convencer. Y convencer mostrando y utilizando los otros compañeros de la verdad: la belleza, la bondad, la felicidad, el amor.

La lucha de los grupos Pro-vida estadounidenses contra el aborto nos dan un ejemplo muy claro de lo que es más eficaz. Durante años insistieron en que el aborto es un crimen, mostrando incluso carteles y videos con fetos sanguinolentos y despedazados. Los resultados de esas campañas fueron muy escasos. En cambio cuando insistieron en incrementar la ayuda a las mujeres embarazadas para que no abortasen, la cifra de abortos tuvo una apreciable disminución y los partidarios pro-vida aumentaron. Hay que comprender a las víctimas que están en el bando opuesto, hay que tenderles una mano. Ponerse en su caso, “en sus zapatos”, y más que afear lo malo de su postura, ayudarles a salir de ella mostrándoles la verdad de lo contrario, y en este caso de la bondad de la maternidad y del amor que pueden dar y recibir del ser inocente e indefenso que llevan dentro.

Pienso que se darán grandes pasos en la cultura de la vida, no sólo denunciando –como es justo- los errores, las mentiras y la maldad que alimentan la Cultura de la Muerte, sino muy especialmente haciendo que se conozca cada vez mejor todo el misterio, la inteligencia, la belleza y el bien que existen en todos los capítulos más importantes de la vida humana, desde la grandeza del poder genésico y las fascinantes relaciones biológicas entre una mujer y el embrión que lleva dentro, hasta la atención de las vidas humanas que el bando contrario considera “sin valor”. Conocer, por ejemplo, como es el desarrollo del ser humano desde el cigoto hasta el parto, va mostrándonos, según lo sabemos cada vez con mayores detalles, las maravillas del desarrollo intrauterino, del “dialogo de amor biológico” que se va estableciendo entre el hijo embrionario y su madre. Cuando una cosa se conoce bien, a fondo, no sólo en sus niveles de manipulación científico-tecnológica, sino también en su misterio y belleza más profundamente humanas, si hay sincero amor a la verdad en el que conoce, entonces surge la benevolencia: la admiración, el respeto y el amor por ese ser y en consecuencia se le protege y se le ama.

Cuentan que cuando el escultor Miguel Ángel terminó de esculpir su magnífica estatua de Moisés, se quedó por un momento contemplándolo y dándole un pequeño golpe con el martillo, dijo: -¡Habla! Es cierto que esa estatua tiene una fuerza casi de realidad, pero nunca hablará. En cambio, de la unión de un espermatozoide y un óvulo humanos, tras la aparente insignificancia por su tamaño microscópico, sí sale, si se le deja crecer, una creación más valiosa que la de cualquier artista, la maravilla de un ser que no sólo habla, sino que vive y que ama.*

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