Este artículo fue publicado en EL MERCURIO de Santiago de Chile. Con gusto lo incluyo en mi blog porque está lleno de misericordia, de ternura, de bien escribir y de firme y verdadero criterio sobre la infancia, la maternidad e indirectamentee sobre la hipocresía y maldad que trata de imponer en todos los países la Cultura de la Muerte (en realidad una anti-cultura) por la fuerza de su millonaria maquinaria en su Empresa Mundial de la Muerte.
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Todas las calamidades se le han venido encima. Primero fue el padrastro que abusó de ella. Luego la madre, que al parecer lo consentía. Después las acusaciones de que ella habría actuado libremente. En fin, el embarazo, a los 11 años. Y ahora, horror de horrores, la enorme presión de algunos para que aborte.
Pobre niña. No será la primera vez que la frivolidad de algunos se aproveche de la tragedia de otros para promover «políticas públicas modernas», para avanzar en «civilización» y dejar lo más atrás que se pueda el «oscurantismo».
Pero ella, con esa pureza que no pierden los niños pese a todo lo que les pueda ocurrir, con esa sensatez, con ese corazón gigante que tienen -pues, como dijo Dickens, huelen a Dios pues han salido hace poco de él-, ha dicho respecto de su guagua: «La voy a querer mucho, aunque sea de ese hombre que me hizo daño. Igual no más la voy a querer».
Claro, a las guaguas «igual no más» hay que quererlas. Y no solo a las guaguas: a todas las personas: sanos y enfermos, pesados y simpáticos, disminuidos o superdotados, discapacitados o lumbreras, nacidos o no nacidos. A todos hay que quererlos, desearlos, apreciarlos. Querer que existan, que sean. No hay indeseables.
La pobre Belén, que podría estar muerta por dentro, va optando hasta ahora por la vida. Ojalá la apoyemos y no cambie de parecer. Allí se habría cometido un doble asesinato, que cambiará el rojo de nuestra bandera.
B.B. COOPER
( Todos los recien nacidos, los «tiernitos», sean niños o niñas en Chile se nombran, familiarmente, como «guaguas»)