Norma, Sandra, Beatriz, Savita

Norma Rae.Publico ahora otro magnifico artículo de  Hernán Corral, en EL MERCURIO de Santiago de Chile, que traza la ruta de algunas de las mujeres manipuladas por la tenaz campaña para introducir la legalización del aborto en todos los países que no encuentran una firme -y muchas veces heroica- resistencia a favor de la vida humana. (Fue publicado el 25 de julio de 2013)

«Sin priorizar lo mejor para ella, se pide obsesivamente que aborte por las más diversas razones. Primero, porque ha sido violada; luego porque se trataría de un aborto necesario para salvar su vida…»

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A estos nombres puede unirse el de Belén, la niña que ha reactivado el debate sobre la legalización del aborto en Chile. Son las protagonistas de casos dramáticos que suelen ser utilizados para reclamar un cambio en las legislaciones que protegen la vida del concebido.

Tal vez el de mayores consecuencias ha sido el de Norma McCorvey, una texana que en 1970 alegó que estaba embarazada tras ser violada por una pandilla. Con el seudónimo de Jane Roe, fue usada para obtener una sentencia de la Corte Suprema de EE.UU. (Roe vs. Wade) que legalizó el aborto en esa nación. En ese mismo país, el caso de Sandra Cano, con el nombre ficticio de Mary Doe, dio lugar a Doe vs. Bolton, sentencia en la que la Corte estimó que el aborto procedía hasta el noveno mes de embarazo.

Más tarde se descubriría que ambos procesos habían sido «construidos» por abogados y activistas. Norma confesó que la historia de su violación era falsa y se convirtió en una defensora de la vida por nacer. Mary declaró que había sido utilizada por el equipo que prometió ayudarla en su dramática situación: «En verdad yo nunca pensé -declaró- que ellos usarían mis angustias personales… para su plan de legalizar el aborto».

Los casos de Beatriz y Savita son más recientes. Beatriz es el nombre ficticio de una salvadoreña afectada de lupus y embarazada de una niña anencefálica. Dos abogados pidieron a la Corte Suprema, sin considerar la opinión de la madre, que se interrumpiera el embarazo para salvarle la vida. Esta vez la Corte, previo informe del Instituto Médico Legal, resolvió que debía procederse a dar atención de salud tanto a la madre como a su hija en gestación. Y así fue; Beatriz tuvo a su niñita sin problemas, y pudo acompañarla en las cinco horas que sobrevivió al parto.

No sucedió lo mismo con Savita Halappanavar, una mujer de origen indio que murió en un hospital irlandés. Savita padecía síntomas de pérdida, pero los médicos no accedieron a su petición de interrumpir el embarazo hasta que el corazón del feto dejó de latir. Lamentablemente, se produjo luego una septicemia que provocó su fallecimiento. Aunque no hay evidencia de que la demora en la interrupción del embarazo haya sido la causa de la muerte de Savita, el caso fue explotado mediáticamente hasta conseguir, hace unos días, que la Cámara Baja del Parlamento irlandés aprobara una ley que amplía las causales de aborto permitido, incluyendo la amenaza de suicidio de la madre.

En Chile la estrategia del caso dramático ha sido intentada varias veces. El año 2010, el diputado Girardi expuso la situación de Claudia, que necesitaba un aborto para tratarse de un cáncer. Poco después los médicos del Hospital San José desmintieron tanto la enfermedad como que fuera necesario practicarle un aborto.

Con Belén se ha tratado de generar algo parecido. Sin priorizar lo mejor para ella, se pide obsesivamente que aborte por las más diversas razones. Primero, porque ha sido violada; luego porque se trataría de un aborto necesario para salvar su vida; enseguida porque es menester precaver supuestos riesgos para su salud. Ni la negativa de la niña y de su abuela parecen relevantes para quienes ven en el aborto la única solución «razonable», aunque sea impuesta a la fuerza.

La estrategia de conseguir leyes o fallos judiciales a favor de la legalización del aborto mediante la conmoción que provocan casos dramáticos debe ser resistida. En todos ellos se presenta siempre en primer lugar el dolor de la madre (aunque no su real deseo), pero se invisibilizan la dignidad y derechos de la niña o niño en gestación. La criatura por nacer debe ser acogida y tratada como un partícipe más de nuestra comunidad, aunque haya sido el resultado de un acto tan deleznable como la violación. La pequeña Belén nos ha dado una lección de humanidad con sus simples pero contundentes palabras: «Igual no más la voy a querer».

No matarás

 

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