
Es urgente una campaña global, extendida al menos a todos los países de la cultura occidental (Europa, América y algunos países de los otros continentes) sobre educación de la afectividad, especialmente en los jóvenes, basada en el altísimo valor de la castidad continente, de la fidelidad en el amor y de lo que es el verdadero matrimonio.
Bien hecha esa campaña, diciendo verdades y desenmascarando falsedades en uso, tales como la de salud sexual y reproductiva, pronto se verían grandes y buenos frutos sociales: grupos crecientes de jóvenes sanos de cuerpo y de mente, con empuje idealista y progresista para mejorar su sociedad, un aumento de familias bien constituidas, con numerosa prole, sobre la base de verdaderos matrimonios (monógamos, heterosexuales, con vínculo de amor conyugal sólido y permanencia hasta la muerte); y en contraste se vería también una disminución radical de maras y otras delincuencias, y una disminución también de enfermedades psiquiátricas y de transmisión sexual, de drogadictos, de conflictos sociales y de suicidios.
Tendría esa campaña que tener la valentía de hablar de la virtud de la Castidad –el único tabú sexual que hoy existe: nadie quiere enseñar castidad- y tendrían que destruir el ídolo actual del libertinaje sexual y todos sus estereotipos engañosos del sexo seguro, del derecho al aborto, etc.
Ya hace tiempo escribí una vez un artículo parecido. Se llamaba “Si la ONU quisiera…”. Ahora podría decir “si ellos quisieran…” donde en ese “ellos” entra la ONU, por supuesto, pero también muchas otras fuerzas capaces de incidir, para bien o para mal, directa o indirectamente, en la opinión pública, en la educación primaria, colegial y universitaria, en la salud pública y en las costumbres morales de todo el mundo.
El aire que respiran nuestras mentes está mucho más contaminado que la atmósfera física. Los “alimentos culturales” que nos ofrecen nuestros Medios informativos abundan en “colibacilos” y células “cancerosas” del espíritu. Por eso es urgente y decisiva esa campaña purificadora. Otras civilizaciones están mucho mejor que la nuestra. Filtran casi toda la porquería que les llega de occidente. Defienden y fomentan mejor los valores esenciales de su cultura.
Entonces, ahora, sin costo alguno, en un gesto de generosidad sin precedentes –no aplaudir, por favor-, les ofrezco hoy dos puntos claves para esa campaña: desmitificar la presunta inmadurez del cerebro de los adolescentes y la imposibilidad de que los jóvenes vivan la virtud de la castidad.
Los hipócritas reinantes, si se les habla de educación sexual de los jóvenes en la abstinencia sexual, sonríen y dicen, comprensivos, algo así como que sí, que la continencia sexual es la mejor opción pero seamos realistas y enseñemos también los anticonceptivos de distinto tipo. Además pronto añadirán que ya está demostrado que el cerebro de los adolescentes está muy inmaduro, que los adolescentes tienen pasiones muy fuertes, incontenibles y -dándoselas de científicos- nos asegurarán que la maduración de su corteza cerebral prefrontal, que es la encargada de inhibir la conducta impulsiva, no estará lista en ellos antes de los 25 años.
Eso es falso. Eso es puro “pensamiento político correcto” apoyado en una interpretación de la conducta humana de tipo neurológico-materialista. Thomas Lickona, especialista en psicología evolutiva y profesor de Educación en la Universidad Estatal de Nueva York, piensa de una manera muy distinta. Eso puede verse en su conferencia titulada Educating for Carácter in the Sexual Domain (http://www.cortland.edu/carácter/sex_character/articles_sc.html.)
Mike Males, investigador senior del Center on Juvenile Justice y fundador del Youthfacts.org, también pone en duda esa supuesta inmadurez cerebral de todos los adolescentes (The New York Times, 17-09-2007). Daniel Siegel (Universidad de California en Los Angeles) y Kart Fischer (Programa Mente, Cerebro y Educación, de Harvard) que son investigadores serios del cerebro, dicen que la neurociencia está todavía tan poco desarrollada, que hacer afirmaciones rotundas y generalizadas de la conducta de los adolescentes basadas en los conocimientos actuales del funcionamiento cerebral es algo prematuro e irresponsable.
Robert Epstein, director de Psychology Today y jefe de colaboraciones de Scientific American, también rebate los estereotipos de moda sobre el cerebro de los adolescentes y su necesaria crisis. Los antropólogos, dice, han encontrado más de cien sociedades contemporáneas en que esa crisis falta por completo. En la mayoría de esas sociedades ni siquiera existe una palabra para designar a la adolescencia. Por lo tanto son taras exclusivas de nuestra cultura enferma.
Dejo para el próximo artículo más interesantes datos sobre el tema.*

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