Grandes masas de jóvenes europeos padecen de “mortal aburrimiento”. No saben qué hacer con su vida. Y esa enfermedad del alma se suele dar precisamente en aquellos jóvenes que todo lo tiene fácil y quieren seguir viviendo en esa onda. No es un mal de la juventud que lucha por salir de la pobreza ni de aquella, arrastrada por su pobre ambiente familiar y social, ingresa al inframundo de las pandillas. Ello nos demuestra que el bienestar económico y social puede ser tan perjudicial, o más, para la maduración de la personalidad, como la pobreza.
Pero ese mortal aburrimiento ¿es sólo una enfermedad juvenil? ¿Tienen la culpa sus profesores –como dice el profesor Nubiola- porque han matado en ellos las ganas de aprender? No me parece que ahí estén las causas más profundas. Tampoco es exacto decir, como escribía cierto periodista europeo, que los padres querían cambiar el mundo y los hijos, como han visto que no se puede cambiar, se conforman con bebérselo metido en un botellón.
¿Cambiar el mundo, los padres de esos jóvenes,? Tal vez los abuelos, sí; pero los padres de esos jóvenes suelen estar tan ajenos a mejorar el mundo, tan vacíos de ideales, o más, que sus retoños. Ellos son los que ya destruyeron su matrimonio o los de la supuesta paternidad responsable, que decidió tener los menos hijos posibles, en el momento menos molesto y con los menores sacrificios. De los primeros salieron hijos con el duro trauma de la experiencia de un amor paternal transformado en riñas y violencia y de la destrucción de su hogar. De los segundos han salido estos jóvenes tan egocéntricos y aburguesados como sus progenitores. De padres calculadores, hijos calculadores que les pagan con la misma moneda. Cuando los padres ya no son útiles, se los echa, en Europa, a las “Residencias de la Tercera Edad”. En nuestro medio, al Asilo de Ancianos.
Ese mismo periodista demuestra pertenecer al mismo ambiente de pesimismo vital cuando escribe del mundo: “como han visto que no se puede cambiar…”¡Claro que el mundo se puede y se debe cambiar!
Pienso que este mal está más generalizado, más extenso, y es más profundo. No es sólo una enfermedad juvenil. Es la enfermedad mortal de toda una cultura –mas bien de una anticultura- que equivocó sus principios y sus metas. Principios: “No existe Dios o, si existe, no tiene importancia, no tiene interés. El hombre actual puede ir modelando un mundo de progreso y felicidad creciente, sin necesidad de Dios ni de la religión.” Con eso se han recortado las alas de los ideales juveniles, pero todavía podría así volar con un vuelo corto, bajo y oscuro, como el de cualquier gorrión. Pero la cosa no acaba ahí. Después de echar a Dios de la ciudad, se ha venido expulsando a “doña Ética Universal y a don Derecho Natural”, matrimonio fiel e indisoluble que tanto bien cultural engendró durante siglos. Ahora la cultura ha declarado que son personas “non gratas”, molestas y anticuadas, reas de desprecio y ostracismo. Una vez efectuado su destierro, ¿con qué reglas de conducta deberá regirse el hombre moderno? –Con las que cada cual se dé a sí mismo -contesta la cultura imperante. ¿Y qué leyes deben tener vigencia? –Las que los partidos gobernantes determinen para su propia utilidad política. Ahora al pájaro juvenil se le han cortado aún más las alas. Nació para ser un águila y se le ha transformado en ave de corral.
Veamos ahora las metas de doña Anticultura. -¿Dónde habrá que buscar la felicidad humana? –No hay otra felicidad que los placeres, y de ellos, la cumbre está en el sexo, libre de normas morales y de coacciones sociales. El ave de corral ahora se nos ha metamorfoseado en un lustroso, perezoso y sucio cerdo. Sólo falta determinar el camino más corto para llegar a esa meta. –El dinero, el dinero abundante y sólo el dinero– responden las huestes poderosas de doña Anticultura-. El dinero lo consigue todo, lo compra todo.
Pero también es cierto que cuando una cultura entra en decadencia, otra cultura sana ya está germinando. Por eso, aquí y en cualquier país, el futuro es propiedad de las grandes minoría de jóvenes que desprecian los cantos de sirena de doña Anticultura, siguen creyendo en los ideales de siempre y se
esfuerzan por ir labrando un mundo donde el trabajo bien hecho, la honradez en los negocios, la castidad, la Ética, el Derecho, El Amor verdadero y Dios, regresen para gobernar un mundo mejor.*
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